1. ¿Qué quieres tú? Si dices que lo más importante es el amor o la seguridad, entonces hablas de estados de ánimo, de algo que no ves.
2. Si dices que lo más importante es el dinero, el poder, el reconocimiento social, la causa justa, Dios o la eternidad; entonces hablas de algo que ves o que imaginas.
3. Nos pondremos de acuerdo, cuando digas: «¡Quiero la causa justa porque rechazo el sufrimiento!»; «... quiero esto porque me tranquiliza; no quiero aquello porque me desconcierta o me violenta».
4. ¿Será entonces que toda aspiración, toda intención, toda afirmación y toda negación, tienen por centro tu estado de ánimo? Podrías replicar que aunque triste o alegre, un número es siempre el mismo y que el sol es el sol, aunque no exista el ser humano.
5. Yo te diré que un número es distinto a sí mismo según tengas que dar o recibir, y que el sol ocupa más lugar en los seres humanos que en los cielos.
6. El fulgor de una brizna encendida, o de una estrella, danza para tu ojo. Así, no hay luz sin ojo y si otro fuera el ojo distinto efecto tendría ese fulgor.
7. Por tanto, que tu corazón afirme: «¡Amo ese fulgor que veo!», pero que nunca diga, «¡ni el sol, ni la brizna, ni la estrella, tienen que ver conmigo!».
8. ¿De qué realidad hablas al pez y al reptil, al gran animal, al insecto pequeño, al ave, al niño, al anciano, al que duerme y al que frío o afiebrado vigila en su cálculo o su espanto?
9. Digo que el eco de lo real murmura o retumba según el oído que percibe; que si otro fuera el oído, otro canto tendría lo que llamas «realidad».
10. Por tanto, que tu corazón afirme: «¡Quiero la realidad que construyo!».
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